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Después de Lope de Vega es «Tirso» indudablemente el más fecundo de los dramaturgos españoles y uno de los pilares del teatro nacional que se desarrolló en el XVII. Entre 1606, en que apareció su primera comedia, y 1638, fecha de la última, parece ser que escribió alrededor de cuatrocientas, según propia confesión, de las que nos han llegado ochenta y seis de paternidad indudable. Sólo este hecho justificaría suficientemente su destacada posición en nuestras letras y la relevancia que se le atribuye, pero a ello hay que añadir también que fue autor de varias obras maestras de géneros diversos. De Gabriel Téllez (Madrid, 1579- Almazán, Soria, 1648), conocido literariamente como «Tirso de Molina», son pocos los datos biográficos que se conocen. Tan solo una serie de fechas nos ayudan a localizar su paradero. Procedía de una familia humilde, aunque Blanca de los Ríos —estudiosa de su obra y quizá la más entusiasta tirsista— intentó demostrar que nuestro autor era hijo bastardo de Téllez Girón, duque de Osuna, lo que justificaría sus frecuentes ataques a la nobleza por el resentimiento que le provocaba su condición. Esta teoría nunca se ha demostrado. Estudió en Alcalá de Henares e ingresó en 1600 en la Orden de la Merced, profesando un año después en Guadalajara. Entre 1610 y 1616 residió en Toledo, en cuya universidad estudió Artes y Teología, y en donde redactó El burlador. Un momento a destacar fue su estancia en La Española (Santo Domingo), entre 1616 y 1618, en una misión pastoral, por lo que fue uno de los pocos autores barrocos que pudo entrar en contacto directo con el Nuevo Mundo. Recorrió un buen número de conventos mercedarios (Guadalajara, Toledo, Soria, Segovia, Sevilla, Trujillo, etc.), ocupando en alguno de ellos el cargo de comendador. En general, tuvo una vida de pocos sobresaltos. En 1620 se asentó en la Corte, donde pasó a pertenecer a la Academia Poética de Madrid y a tomar parte en los festejos poéticos celebrados en 1622 con motivo de la canonización de San Isidro y presididos por Lope de Vega. Al parecer, debido a denuncias de personajes políticos a los que había zaherido en sus obras, la Junta de Reformación de las Costumbres le atacó en 1625 por escribir comedias profanas y por relacionarse con cómicos pese a ser fraile. Fue desterrado y hubo de abandonar la Corte y pasar a residir a Sevilla, Trujillo y Toledo. En 1632 fue nombrado cronista general de la Orden y definidor de la misma en la provincia de Castilla, trasladándose de nuevo a Madrid. A partir de 1638 las presiones de su Orden le indujeron a abandonar la producción de comedias y de textos profanos, aunque en 1640 se le confinó como castigo en el convento de Cuenca por habérsele encontrado en su celda letrillas satíricas de tema político. En 1645 fue nombrado superior de la casa de Soria, donde a los pocos años le sobrevino la muerte.