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Ramón Francisco de la Cruz Cano y Olmedilla (Madrid, 1731-1794) es autor de una obra dramática extraordinariamente amplia. E catálogo más completo, incluye 545 obras teatrales, de las cuales 70 son obras largas (tragedias, comedias y zarzuelas) y 475 obras breves (sainetes, entremeses, loas, introducciones, intermedios y tragedias burlescas). De ellas, unas 340 son sainetes. En 1757 estrena sus dos primeras obras conocidas, el sainete La enferma de mal de boda y la zarzuela Quien complace a la deidad acierta a sacrificar. A partir de esa fecha comienza una carrera larga, fructífera y llena de éxitos en los dos coliseos madrileños para los que no dejó de escribir hasta su muerte. El éxito popular corrió parejo con la protección que le dispensaron algunas de las más nobles familias de Madrid. Don Fernando Álvarez de Toledo, Duque de Alba, lo protegió hasta su muerte en 1776, y a partir de entonces contó con el apoyo de la Duquesa Cayetana. Mucho más directa fue la relación con los Duques de Benavente, a cuya casa de la calle de Alcalá se trasladó el poeta con su familia. Ramón de la Cruz correspondió escribiendo obras de ocasión que se representaron en los teatros particulares de ambos magnates. Su extraordinaria fecundidad se une a una marcada personalidad creativa y una práctica teatral muy novedosa que hicieron que los años 1760-1790 estuviesen marcados por la impronta de Ramón de la Cruz. Sus primeras producciones no tienen aún una línea definida, pero ya en 1757, en el prólogo a Quien complace a la deidad acierta a sacrificar hace una profesión de fe neoclásica y afirma su convencimiento de que el arte debe aprovechar deleitando. Nada en su evolución posterior desmiente estos principios, por más que sus enemigos le acusaran siempre de halagar al populacho y a los cómicos para tener éxito. Los autores neoclásicos atacaron con saña las obras de Ramón de la Cruz. Nicolás Fernández de Moratín y Francisco Mariano Nipho fueron los primeros y los principales adversarios de su teatro, a los que contestó Cruz desde la escena en sus sainetes de costumbres teatrales. También el erudito italiano Napoli-Signorelli, amigo y traductor de Leandro Fernández de Moratín, criticó severamente la obra de Ramón de la Cruz.